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Yo soy el cambio
Alejandro Guin Po

Alejandro Guin Po

Economista de LarrainVial Asset Management

20/06/2022
1.004
5 Minutos

Yo soy el cambio

Latinoamérica mantiene relevantes riesgos en el horizonte en una amplia gama de dimensiones.

En pocos años se han experimentado grandes cambios sociales, políticos y económicos que prometen una reconfiguración estructural del mundo, considerando el entorno al que hemos estado acostumbrados en las últimas décadas. En este nuevo contexto, el cambio climático, cambios demográficos y el sentimiento en contra de la globalización han destacado como claves en esta nueva realidad.

No obstante, uno de los temas principales para los mercados emergentes, en especial para Latinoamérica, es la frustración de la población respecto a necesidades insatisfechas. Estas han desembocado en fuertes
presiones sociales y alta inestabilidad local, como se materializó en varios países latinoamericanos a finales de 2019. En la actualidad, la expresión de estos movimientos se ha reflejado en los resultados de las últimaselecciones presidenciales de la región, y serán determinantes en las que vienen.

Hay varios factores que se han repetido: una amplia gama de candidatos, más radicales que años anteriores y que se encuentran fuera del establishment de los últimos años (conocidos como outsiders). Esto último provoca que usualmente estos líderes carezcan de experiencia política y gestión gubernamental, además de no contar con la mayoría suficiente para llevar a cabo reformas en un parlamento que usualmente también está dividido. En consecuencia, deben optar a la moderación al pasar a la segunda vuelta presidencial o bien, al comenzar su mandato.

Centrándose en Latinoamérica, las últimas elecciones en Perú y Chile dieron como ganadores a Pedro Castillo y Gabriel Boric respectivamente, cuyo perfil coincide con las características indicadas anteriormente. En
ambos casos, los mandatarios nombraron a ministros de hacienda reconocidos por el mercado y apelaron al centro político.

Asimismo, en Perú, la reñida elección de Castillo, una mayoría de oposición en el Congreso y varios escándalos de corrupción han hecho que la agenda de su gobierno no se haya desarrollado a prácticamente un año de su elección. En Chile la situación es menos dramática, pero igualmente paralizante, considerando que las tensiones sociales y políticas, junto con el contexto macroeconómico de desaceleración e inflación han acaparado los temas, haciendo que el gobierno casi llegando a sus simbólicos 100 primeros días solo haya podido legislar sobre los aportes al fondo de estabilización de los combustibles (MEPCO).

Las dudas se muestran de cara a las elecciones que vienen en los próximos días en el caso de Colombia, y a finales de año en Brasil. En Colombia, la irrupción de Gustavo Petro y Rodolfo Hernández cumple directamente con los mismos patrones, especialmente por la “derrota” de la clase política tradicional y la irrupción de un caudillo como Hernández, que tres semanas antes de la elección apenas marcaba en las
encuestas, siendo un empresario ajeno a la militancia política. En esencia, un candidato novedoso, con la menor imagen negativa y una campaña cercana a la ciudadanía, impulsada por TikTok y otras redes sociales, pero que no asistió a ningún debate político.

En cuanto a Brasil, posiblemente sea la contienda política más conocida, aunque a diferencia de los otros países sí son personajes del establishment, considerando que compiten con ventaja el expresidente Lula Da
Silva y el actual presidente Jair Bolsonaro. No obstante, frente a los temores de algunos analistas ante la presencia del ex mandatario de izquierda, la señal de moderación más clara fue la inclusión de Geraldo
Alckmin, un histórico político de centro derecha y ex contendor presidencial de Lula en las elecciones de 2006, como “compañero de fórmula”.

En este contexto, ¿que nos depararán las próximas elecciones? A pesar de las diferencias en cada país, hay varios factores que persisten en el escenario electoral, siendo el más común el mensaje sobre “el cambio”. Es este caso, el rol de las expectativas frustradas y exacerbadas por el contexto macroeconómico global más duro en las últimas décadas, ha volcado a las personas a la búsqueda de un candidato que pueda mejorar su calidad de vida.

Ese candidato probablemente será contrario al color político del incumbente, y mejor aún si no se identifica con la política tradicional, ya que, para la óptica ciudadana esta última “es la culpable” y por lo tanto sería más de lo mismo.

Sin embargo, a pesar de que líderes outsiders hayan sido elegidos, no podrán implementar cambios sin apelar a la clase política tradicional y a la conocida “lógica de los acuerdos”, para ampliar su bancada parlamentaria, logrando el equilibrio necesario para que se descarten reformas populistas y mayormente irresponsables. En estos casos, el Congreso se ha convertido en el contrapeso que mantiene el equilibrio institucional.

Finalmente, es bien sabido que más allá del Congreso, los nuevos líderes tampoco cuentan con la capacidad técnica ni experiencia suficiente para llevar completamente la gestión del Estado, ante lo que irremediablemente tarde o temprano se verán obligados a recurrir nuevamente a la clase política más tradicional. En ese sentido, un ejemplo ha sido la relación de Boric y los partidos que pertenecieron alguna vez
a la “Concertación”.

En conclusión, Latinoamérica mantiene relevantes riesgos en el horizonte en una amplia gama de dimensiones. Sin embargo, la política gubernamental no parece ser el más inmediato ni el más relevante, al menos desde la dimensión de los activos financieros. La resiliencia de estos a la normalización de la política monetaria en Estados Unidos, las dudas sobre el crecimiento de China y la persistente inflación son los riesgos principales, ampliamente analizados por muchos analistas del mercado, dejando así en segundo plano las turbulencias internas y locales.

* Columna publicada en El Mercurio Inversiones

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