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¿Punto de inflexión en las expectativas de crecimiento?

Javier Salinas

Economista Jefe de LV Research

06/03/2023
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3 Minutos

¿Punto de inflexión en las expectativas de crecimiento?

A parte importante del mercado nos sorprendió la cifra del Imacec de enero publicada recientemente por el Banco Central. Sin embargo, más allá de la sorpresa, creo que la verdadera señal está en el dato per se: un crecimiento de la actividad de 0,5% mensual en términos desestacionalizados, superior al 0,3% del mes anterior y que acumula cinco alzas en los últimos seis meses.

El año pasado existía un consenso más bien generalizado de que la economía podría entrar en un proceso de debilitamiento durante la primera mitad del año, y que éste tendería a revertirse hacia la segunda mitad. Pero la percepción de que este ajuste sea abrupto se ha venido disipando, y con ello la expectativa de materialización de los riesgos asociados a esto. Y no sin razón: las perspectivas para la actividad en Estados Unidos y China han mejorado, la moneda se ha apreciado significativamente, las expectativas empresariales y de los consumidores han mejorado en el margen y, por qué no mencionarlo, el triunfo del rechazo en el plebiscito de salida disminuyó la incertidumbre institucional de mediano plazo (más allá de las opiniones de cada uno respecto al contenido del proyecto rechazado).

Y si bien algunos riesgos continúan latentes (tanto en el plano global como en el político-legislativo local), y lo que se alcanza a vislumbrar es solamente el primer dato de actividad del año, las exportaciones a la tercera semana de febrero confirman (al menos en su media móvil de cuatro semanas) una tendencia al alza de cinco meses, y las importaciones a la misma fecha darían cuenta de una estabilización de la demanda interna.

Así, es posible que estemos ante un punto de inflexión en las expectativas de crecimiento para este año. Las perspectivas de actividad para 2023 se han mantenido en -1,5% durante los últimos tres meses (después de meses de consistentes correcciones a la baja); sin embargo, eso podría estar cerca de cambiar.

La pregunta es ¿son éstas buenas noticias, en un contexto de una economía sobrecalentada? Más allá del evidente (y posiblemente inercial) impulso de responder con una negativa a la mencionada cuestión, lo cierto es que estas señales, en el caso de consolidarse, darían cuenta de un proceso de normalización de la economía menos abrupto, en un contexto en el que la brecha del producto ha ido mostrando un proceso de ajuste desde hace varios trimestres, y la apreciación de la moneda ayudaría a compensar los efectos en la inflación que pudiera tener esta nueva trayectoria de actividad. En otras palabras, en la medida que esta mejora en la actividad no provoque un resurgimiento de las presiones inflacionarias, podemos tomar este cambio en las expectativas como positivas.

Columna publicada en Pulso

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