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La era de los agoreros
Miguel Ángel Suárez

Miguel Ángel Suárez

Gerente de Renta Variable Internacional de Larrain

25/05/2017
14.231
4 Minutos

La era de los agoreros

No, no tengo la receta que garantice ganancias para 2017. Lo que sí tengo es la receta para perder: siga a pie juntillas los consejos de los nuevos “agoreros del pesimismo”, personajes de diferente origen y quehacer, pero unidos en su afán de ver “cisnes negros” por doquier.

Algunos les llaman permabear, algo que se puede traducir como osos permanentes: analistas y estrategas que se han especializado en adelantar la caída de los mercados o que realizan sofisticados análisis para tratar de demostrar que la economía está mucho peor de lo que está. A algunos de ellos les han llamado también Dr. Doom, un apelativo que inicialmente se les había encajado a Nouriel Roubini y a Marc Faber, dos economistas que se han hecho famosos por adelantar persistentemente correcciones de mercado, pero que ahora se ha extendido a un mayor número de expertos. 

Últimamente se les puede ver con mayor frecuencia que lo normal, escribiendo complejos reportes sobre cómo la siguiente crisis se encuentra a la vuelta de la esquina e impartiendo lecciones de cómo protegerse para la gran debacle que se aproxima. 

Eran los mismos que decían que si salía Trump, el mercado accionario de EE.UU. caería 20%. Son los mismos que decían que con el Brexit las acciones europeas iban a ser virtualmente “masacradas”. Son los que llevan años insistiendo sobre la inminente caída de China y su sistema financiero. El año pasado nos llenaron de titulares sobre la peligrosa devaluación del yuan y el forzoso aterrizaje que protagonizaría su economía, lo que se llevará por delante toda la recuperación global post crisis sub prime. 

También estaban ahí en 2013 cuando adelantaban una agresiva escalada de tasas en EE.UU., lo que sepultaría con ello a todos los endeudados en dólares en el resto del mundo. Son los que convirtieron el tapering, el retiro de estímulos monetarios a través de la compra de bonos, en una supuesta película de terror. 

Es verdad que muchos de estos análisis no dejan de ser inteligentes, tienen argumentos sólidos y apelan directamente al escepticismo que todo inversor astuto debiese tener. Pero si siguió los consejos de estos permabears y Doctores Doom, lo más probable es que se haya perdido las enormes alzas en los precios de muchos de los activos de los que recomendaban evitar. 

Ahora están de vuelta. Titulares como “La corrección del S&P ya está aquí”, “Evidencias de una burbuja de mercado”, “Qué pasará cuando todo esto explote” se pueden ver en varios servicios financieros especializados. Algunas encuestas, de hecho, han reflejado un alza en el sentimiento negativo de los inversores, lo que da cuenta de que no sólo se trata de artículos aislados. 

No me malinterprete: esta columna no consiste en hacerle ver lo mal que estaban estos análisis ni que es imposible que vengan correcciones de mercado. Es más bien hacerle notar lo peligroso que es cerrar la mente y casarse con una tesis específica. Los últimos 36 meses han dejado en evidencia lo difícil que es, incluso para los expertos, hacer predicciones acertadas de los escenarios futuros: no sólo fallan en los resultados, sino que también se equivocan rotundamente en las consecuencias de esos resultados. El desempeño bursátil post elección de Trump, son un buen ejemplo de aquello. 

Y es que parece ser que el grado de acierto en las predicciones está más relacionado con el “cómo se piensa” que con lo que se sabe a ciencia cierta, o si uno es obligatoriamente experto o no en el tema. Es lo que piensan los académicos canadienses Philip Tetlock y Dan Gardner en su libro “Superforecasting: The Art and Science of Prediction”, donde muestran cómo un grupo de gente normal, con buen juicio, pronostica mucho mejor que los expertos, debido a que son en general más persistentes, humildes, curiosos, autocríticos y abiertos de mente. Estas personas, que el libro llama “superpronosticadores”, evalúan sus propias conclusiones como hipótesis que deben ser probadas, y no como tesoros que deben ser protegidos y cuidados. 

Estar abierto a diferentes puntos de vista, entender las nuevas piezas de información que aparecen, incorporar estas al análisis e ir renovando permanentemente su forma de pensar parecen ser el mejor consejo. Y deje espacio al optimismo: ha sido la estrategia ganadora en el último tiempo y puede que lo siga siendo.

 

* Columna publicada en El Mercurio Inversiones el 25 de mayo de 2017.

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